viernes, 25 de octubre de 2013

 LA SOBREPROTECCIÓN  


Por: Denisse Maubert Cueto.- Psicoterapeuta Psicoanalítica e integrante de Psicólogas Infantiles Especializadas.

“Yo quiero que mi hijo sea feliz y no quiero que le pase nada jamás. Por eso lo cuido muchísimo y estoy siempre al pendiente de él, para poder evitarle cualquier situación desagradable…”

     Como cualquier madre o padre, siempre vamos a desear lo mejor para nuestros hijos y además tenemos la responsabilidad de protegerlos, es decir, de brindarles los cuidados que van requiriendo según su edad; pero, ¿en verdad podemos o debemos protegerlos de cualquier situación desagradable? Parece que nos topamos aquí con una línea muy delgada en cuanto a lo que es cuidar a nuestros hijos y sobreprotegerlos.

     Cuidar a un hijo quiere decir “atender sus necesidades, tanto físicas, como de tipo psicológico”, por lo que si tenemos, por ejemplo, a un niño de 1 año que está empezando a caminar, podemos dejar que de unos pasitos solo, pero tenemos que cuidarlo de que no se vaya a caer justo donde está la punta de la mesa, porque sabemos que eso es un gran riesgo para su integridad física. Por ello, estamos cerca de él para evitar un accidente. 

    Sobreproteger a un hijo quiere decir “cuidar en exceso". Si tenemos a este mismo pequeño del ejemplo anterior, sobreprotegerlo querría decir que no le diéramos la oportunidad de que dé unos pasos solo y, al contrario, lo tuviéramos sujeto de alguna parte de su cuerpo (como las manos), para evitar que se vaya a caer y lastimar.

Pero entonces, ¿tiene algún peligro la sobreprotección?

Definitivamente SÍ, porque es contraproducente para el niño en varios sentidos:


I. PUEDE LIMITAR SU DESARROLLO GENERAL

     Ya que al sobreprotegerlo, podemos caer en situaciones en las que hacemos muchas cosas por él, evitando que el propio niño se esfuerce y desarrolle sus capacidades físicas y cognitivas. Por ejemplo, si tenemos a un niño de 3 ó 4 años, que debería estar empezando a aprender a vestirse solo y nosotros todos los días lo vestimos, no le estamos dando la oportunidad de que aprenda a medir su cuerpo, a conocer la simetría de su ropa, a desarrollar su motricidad gruesa, etc., es decir, estamos limitando su conocimiento y destreza. Ante esto, es sumamente importante que, como padres, conozcamos las características del desarrollo infantil (capacidades y habilidades) que deben tener nuestros hijos según la edad y la etapa en la que se encuentran, ya que a partir de este conocimiento, podremos irlos soltando un poco más conforme se desarrollen. Para ello, les recomendamos las siguientes dos páginas de internet:

http://www.intermedicina.com/Avances/Pediatria/APE33.htm 
http://www.unicef.org/spanish/ffl/03/5.htm

   En las cuales podrán encontrar referencia de las habilidades esperadas, desde las primeras semanas de vida, hasta los 5 ó 6 años de edad.

II. PUEDE LIMITAR EL DESARROLLO DE SU PERSONALIDAD

    Los niños sobreprotegidos pueden tener conflictos para desarrollar una personalidad fuerte y sana, ya que al estar acostumbrados a que sus padres hagan sus deberes y decidan por ellos, también se han acostumbrado a no asumir ninguna responsabilidad ni a desarrollar sus capacidades porque no los dejamos, es decir, les negamos la oportunidad de que cometan sus propios errores y aprendan a solucionarlos. Esto es de gran relevancia, ya que los niños van adquiriendo madurez a través de los obstáculos que enfrentan y de las situaciones conflictivas que van resolviendo; de manera que, si han sido niños sobreprotegidos, seguramente no afrontarán las situaciones negativas con mucha comprensión y capacidad. 

     Por ello, lejos de ayudar a nuestros hijos, al sobreprotegerlos podemos volverlos niños que tienden a ser inseguros, con muchos miedos, con una autoestima mermada y con muchas dificultades para tomar decisiones por ellos mismos, ya que no confían en lo que son capaces de hacer, porque no los hemos dejado que lo descubran.

     Además, la sobreprotección generalmente va de la mano con la falta de disciplina en el niño, ya que los padres al no querer que su hijo “sufra” ni se sienta mal, tienden a no ser firmes en la imposición de normas y límites, cediendo ante el hijo y volviéndolo así un niño desobediente, berrinchudo y manipulador.

     Sabemos que nuestra función como padres es guiar a nuestros hijos, pero debemos estar muy alertas a no caer en los extremos; esto es, no dejarlos desamparados y sin supervisión, pero tampoco practicar una vigilancia exagerada sobre ellos.

    Lo anterior puede ser difícil, pero tratemos de tener en mente que nuestros hijos necesitan experimentar emociones o situaciones negativas –que son parte de la vida- para aprender y madurar. También necesitan un espacio en donde ellos mismos puedan descubrir y desarrollar sus propias capacidades… El punto es que siempre nos tengan cerca para ayudarlos y brindarles el apoyo que necesiten.